lunes, 15 de septiembre de 2008
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Dios les bendice a todos los que entren a este blog.. cuyo objetivo es aprender a conocer y a prácticar la Presencia Activa de Dios dentro de cada uno. La información es tomada de los libros de toda la Actividad del YO SOY (Maestro Ascendido Saint Germain - a través de Guy Ballard) y la Actividad de El Puente a la Libertad (Maestro Ascendido El Morya - a través de Geraldine Innocente).
EPISODIO DEL HOMBRE ENFERMO
(Tomado del libro Ley de la Precipitación – Werner Shoerder)
En el relato de este episodio, debe entenderse que no es necesario hacer contacto personal con la gente para sanarla. Nosotros, los humanos, no sanamos a nadie. No podemos. Es la Presencia de Dios la que sana. Si en mi humilde sendero he tenido parte en producir estos milagros – ya sea de sanación o de otros actos – sepan que yo, por mí mismo, no puedo hacer nada. La presencia de Dios hace las obras. Eso debe comprenderse.
Un estudiante me pidió que fuera a otro estado a dictar una clase. Justo antes de partir para el sitio, recibí un telegrama del estudiante en cuestión, pidiendo por la sanación de un estudiante que había estado postrado en cama por años. El telegrama mencionaba que vendría una carta por entrega especial dando detalles.
De acuerdo a la carta, parecía que el hombre enfermo era bien conocido en su ciudad natal. Parecía más aún, que mi estudiante sentía que si se podía sanar al hombre enfermo, una muchedumbre vendría a las conferencias para escuchar sobre la Enseñanza de la Gran Hermandad Blanca.
Debe entenderse que mi método consiste en rehusarnos a negociar con Dios. El servicio a Dios es imparcial; El no tiene favoritos. Por tanto, no puede haber negociación alguna.
En todo caso, yo meditaba, este hombre que ha estado postrado en cama, ¿ha pedido ayuda? Yo no podía contestar eso. Todo lo que podía decir era que había recibido un telegrama y una carta de entrega especial pidiendo ayuda para él. ¿Cuál era su enfermedad? Dios, Tú Magna Presencia de Luz, Padre de las Luces (Santiago 1:17) ¡Tú sabes! ¿Qué haré por este hombre?
Sin más ni más hice los Llamados. Supe después, que mi estudiante oró media noche por esa sanación.
La mañana siguiente, después de nuestras oraciones y Decretos en la casa del hombre afligido, se escucharon unos ruidos que venían de la cocina y la familia fue a ver a que se debía la conmoción a tan temprana hora. ¡Hallaron que nuestro hombre enfermo estaba tomando por sí mismo un refrigerio de la nevera!
“Tengo Hambre”, explicó ante el asombro de ellos, “¿qué estás haciendo? ¿Por qué no estás en cama? ¿Cómo llegaste hasta aquí sin ayuda? Preguntó su familia.
“Anoche” explicó “vino un Angel hermoso me dijo que me levantara…¡qué saliera de mi cama y caminara! He sido sanado
Y tengo hambre,… ¡Así que pensé que debía prepararme un refrigerio!”
¿Era este el ángel del “YO SOY”, que se le apareció a Pablo? (Hechos de los Apóstoles 27.23).
De nada sirve preguntar por qué. Lo que sí importa es seguir al Maestro que dijo, “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará” (Juan 14:12).
Dios realiza sus milagros de maneras misteriosas.
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